El humor (y la emoción) en la fotografía

Hoy quiero hablarte de algo que pocas veces asociamos directamente con la fotografía, pero que está ahí, escondido entre negativos, páginas de libros y miradas que se repiten: el humor, la emoción y la forma en que los recuerdos se transforman en imágenes.

En esta ocasión te traigo varios proyectos fotográficos que me han sorprendido por su frescura, su intención y la manera en que logran convertir un simple conjunto de fotos en una obra con alma. Porque sí, un zine fotográfico (o photozine) no es solo un portfolio: puede ser un experimento, un relato, incluso una confesión visual. Un zine es una publicación independiente, de tirada reducida y a menudo autoeditada, que utiliza principalmente fotografías para contar una historia o expresar una idea.

Enredados, de David Wright. David encontró una vieja caja con recuerdos. De ahí nació un trabajo llamado Enredados, donde reflexiona sobre cómo la memoria cambia con el tiempo, se reescribe cada vez que la evocamos y se mezcla con otras experiencias. Su proyecto es un recordatorio visual de que los recuerdos no son montañas inmóviles, sino caballitos de mar bailando bajo el agua. Y la fotografía, en este caso, se convierte en el hilo que ata esos fragmentos dispersos de vida.

Preludio, de Paul Tocatlian. Paul, fotógrafo de moda, utiliza el formato del zine como una especie de demo antes de sus libros completos. Preludio es precisamente eso: un anticipo de su próximo trabajo, un viaje que no se centra en ciudades o escenarios, sino en emociones. Dividido en capítulos como Comienzo, Devenir y Audacia, Paul nos recuerda que cada imagen también puede ser el inicio de una historia futura. Igual que las maquetas de una banda antes de grabar su disco, sus zines son pruebas llenas de intención.

La última ganga, de Eric Davidove. Aquí entra el humor. Eric se lanzó a fotografiar un mercado en California antes de su cierre definitivo. El resultado: un homenaje lleno de ironía, humanidad y surrealismo. Su zine retrata lo efímero de estos espacios que, al desaparecer, se llevan consigo toda una cultura popular. En sus páginas conviven la nostalgia y la sonrisa cómplice, recordándonos que la fotografía callejera también puede ser divertida y crítica a la vez.

Mi búsqueda, de Sajeesh Radhakrishnan. Sajeesh une poesía y fotografía en un trabajo íntimo y delicado. En sus páginas, versos y escenas dialogan como dos voces que cuentan una misma historia desde ángulos distintos. Sus imágenes no buscan respuestas: invitan al lector a caminar junto a él, a sentir el viento, la luz y la transformación del instante en algo sagrado. Una muestra perfecta de cómo palabra e imagen se potencian mutuamente.

Lo que nos enseñan estos proyectos. Cada uno de estos fotógrafos se acerca al zine desde un ángulo diferente. Y todos nos recuerdan algo esencial: un zine no es solo un conjunto de fotos, es una declaración creativa.

Ahora te toca a ti. Quizás también tengas una carpeta llena de fotos esperando un hilo conductor. O una caja de recuerdos lista para transformarse en imágenes. O tal vez solo quieras experimentar con la idea de contar una historia visual en pocas páginas. Un zine puede ser tu terreno de juego, tu cuaderno de ensayo, tu “demo” antes del gran libro. Lo importante es empezar, arriesgarse y darle forma a eso que ya vive dentro de tu mirada.

Dime, ¿has pensado alguna vez en hacer tu propio zine fotográfico? Me encantará leerte en los comentarios.

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